Trabajar en tecnología es ser arquitectos del futuro, pero ¿somos conscientes de lo que desarrollamos? Es complicado encontrar un puente entre el mundo de la tecnología y las ciencias sociales. La gran disyuntiva entre lo técnico y lo humano, desde siempre, resultó ser una desventaja en el desarrollo de todo lo que conocemos. Sinceramente, caí en ese prejuicio. Hasta que una vez me dijeron que el diseño es ética aplicada, y desde entonces no volví a ser la misma persona. Parecía imposible lograr que la investigación social pudiese tener un impacto en nuestra vida diaria a través de los dispositivos, aplicaciones y servicios que utilizamos. Pero… ¡vaya sorpresa! Nos enfrentamos a la realidad de que diseñamos para humanos… cuestión que muchas veces parece salir del foco en el proceso de desarrollar nuevas tecnologías. Es entonces donde el diseño UX/UI (de experiencia de usuario e interfáz de usuario) aparece en escena. El puente perfecto entre empatizar con las personas y lograr productos usables, entender el contexto social y desarrollar un código eficiente. Todo termina por congeniar a la perfección en una disciplina que llegó para cambiar la forma en la que pensamos el mundo. Al fin y al cabo, en palabras de Moholy-Nagy, la idea del diseño y de la profesión del diseñador debe transformarse de su concepción como una función especializada, en la de una actitud general válida de inventiva y capacidad, que permite ver los proyectos no de manera aislada, sino en relación con las necesidades del individuo y de la comunidad. Todos los problemas del diseño convergen, finalmente, en un único gran problema: diseñar para la vida. Entonces… ¿estamos listos para ser arquitectos de ese futuro?
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